La tabla pintada al óleo en el primer tercio del siglo XVI pertenece a una de las cuatro piezas que forman la predela del fragmentado retablo que narra escenas de san Román con hábito cisterciense. En parejas y en sacra conversación se nos presenta el colegio apostólico, siendo esta tabla de “San Felipe y Santiago, apóstoles”, quizá la más destacada.
La calidad pictórica es notable, especialmente reseñable en el panorama pictórico diocesano de la época. Ambos apóstoles se presentan de medio cuerpo, asomados en el alféizar bajo un arco rebajado y con un hermoso paisaje que sirve de fondo. Con nimbo dorado en el que se lee su nombre, sus atributos identificadores están perfectamente caracterizados mostrando Santiago, acaderado, ropa contemporánea, con camisa de mangas abullonadas y coleto en tono leonado. Se tapa el santo con un fino manto rojo y muestra de forma canónica el bordón y la calabaza habituales en su iconografía.
En su frente se puede apreciar la concha con dos pequeños bordones cruzados que definen definitivamente al apóstol. El uso de esos bordoncillos en hueso, citados en comentarios de inventarios particulares de los siglos XVI y XVII, se incorporaba a la vestimenta del peregrino evocando la azarosa peregrinación a Compostela.
Con un estilo narrativo, detallista y sin poder emparentarlo de manera fehaciente con algún maestro de nuestro entorno, esta pintura destaca en la sala del Provisorato dedicada a la temática Jacobea en el Palacio de Gaudí.