En el cartel de este año se hace eco de la Cruz de Lampedusa, que ha recorrido ya tantas diócesis en el mundo y también va abrazando la diversidad en nuestro país. Nos evoca la centralidad de Jesús en nuestra misión con las personas migradas, su presencia que nos convoca a la mesa de la eucaristía y la prolongación de la mesa eucarística en la plaza pública. En ellas encontramos los Círculos de Silencio, que se celebran mensualmente en más de cuarenta localidades de distintas diócesis, convocados por las delegaciones de Migraciones o en colaboración con otras entidades eclesiales o civiles. Círculos que, como el de las dos orillas, abrazan realidades e iglesias hermanas a uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar.
10 razones para una pastoral de migraciones concreta
Hablar de Pastoral de Migraciones es hablar de una realidad viva, del anuncio del evangelio encarnado en la realidad en la que Dios nos ha puesto, un cambio de época como pocas veces ha experimentado la historia. En definitiva, es hablar de la Iglesia y su misión hoy. Y de nosotros mismos, pues es desde aquí desde donde podremos encontrar las claves privilegiadas para descubrir quiénes somos y lo que Dios tiene que decir a su Iglesia hoy.
¿Por qué ha de ser una realidad específica y no solo trasversa?
1. Porque la migración es un signo de los tiempos.
2. Porque la Iglesia es católica. Experta en vivir la universalidad del género humano, mediante el desarrollo de la fraternidad que proviene de la acción de Cristo resucitado en ella.
3. Porque la migración es una oportunidad. No solo una crisis o un fenómeno aislado.
4. Porque la tradición magisterial así lo ha madurado.
5. Porque esta pastoral atiende a una realidad, especial y delimitada pastoralmente.
6. Porque se sitúa de forma singular en la pastoral de conjunto de la diócesis y tiene su lugar específico en ella.
7. Porque estamos llamados a trabajar en procesos. «El tiempo es superior al espacio».
8. Porque necesitamos comunidades significativas que sean signo de la realidad en la que Dios actúa.
9. Porque la migración es fuente de una espiritualidad propia arraigada en la experiencia de la vida trinitaria.
10. Porque necesitamos comunidades significativas que sean signo de la realidad en la que Dios actúa.